marzo 24, 2011

Hace un par de días en la sala de clases, se nos hizo un comentario acerca de un hecho ocurrido en nuestro país, que involucraba a uno de los hombres más poderosos a nivel mundial, David Rockefeller, un genocida, que se dedica a facilitar recursos (que por cierto tiene de sobra) para propiciar ciertos cambios que sean de su agrado, otorgando dinero al gobierno de turno; sin embargo no le importa arrasar con lo que sea o quién sea que se oponga, si con esto logra beneficios personales.
Sucede que un chileno logró encararlo, en perfecto inglés, acusándolo de genocida y exigiéndole que se retirara de nuestro país. Este hecho quedó dando vueltas en mi cabeza, ¿Por qué? ... Muchas veces en nuestra vida nos enfrentamos a distintas situaciones que no son de nuestro agrado, presenciamos las mas aberrantes injusticias, pero no emitimos sonido alguno para intentar detenerlas. Al ir caminando por la calle, por ejemplo, podemos ver como una persona es agredida y asaltada, pero continuamos caminando como si aquella escena fuese parte de la decoración del lugar, como los papeles en el suelo, pasamos por el lado, como si aprobásemos por completo aquel tipo de conductas totalmente antisociales, inscribiendo en nuestras frentes el "culpable" pues "La vida es muy peligrosa. No por aquellos que hacen el mal, sino por los que se sientan a ver lo que pasa" nos dice un importante matemático-físico.
Hemos perdido la voz como sociedad para reprobar éstas acciones, nos callamos ante la falta de injusticia preponderante de hoy en día y de esta forma abalamos lo que ocurre a nuestro alrededor, nos hacemos cómplices. Luego, sucede que no nos gusta la sociedad en que vivimos, pero la hemos construido en base a nuestros actos, o en este caso a la ausencia de ellos.
Finalmente argumentamos "Qué podría haber hecho, soy sólo una persona entre miles. Mi cambio no supone el cambio de todos" y subestimamos nuestras capacidades, nos volvemos conformistas, la sociedad se estanca, tal cuál está ahora. La gente comienza a preocuparse mas por el elevado precio de las bencina, más que por el hecho que lo provoca, como es la guerra de un país. Aunque no nos damos cuenta, celebramos el invento de un nuevo celular que incluye 200 aplicaciones más que no vamos a utilizar jamás y decimos "miren nuestro progreso", sin embargo "La palabra progreso no tienen ningún sentido mientras haya niños infelices" nos vuelve a recordar el matemático. Olvidamos que el vecino también sufre, olvidamos ser humanos...
¿Qué somos finalmente?... Intento de seres, pero estamos lejos de ser personas, pues la ética y la moral son pequeñas niñas perdidas en un bosque de avances descontrolados que llamamos civilización. ~